Carta a mi zero año

[Después de haber intercambiado un par de mails]
Querida María,
¡¡¡Me hace una ilusión tremenda que me escribas!!! Estoy más que encantada de poder darte algunos consejos para los dos maravillosos años que tienes por delante; ahí van:
– Tu tiempo en Duino va a ser diferente a cualquier otra cosa que hayas vivido antes, y la experiencia allí es completamente distinta para cada uno. Tú eres la que decidirás lo que quieres hace de ella.
– Dale tiempo al tiempo. Va a ser un cambio grande, y como todos, necesitarás tiempo para adaptarte al idioma, el ritmo, el IB, las clases, etc. Ten paciencia y perseverancia; todo se asentará, encontrarás tu gente, y tu lugar.
– Intenta no crea espectativas o miedos. Tú experiencia en Duino, o al menos, la mía lo ha sido, es increíble, pero no es perfecta. Hay momentos duros y problemas que vas a tener que enfrentar. Recuerda que los que forman el movimiento y el colegio, son, al fin y al cabo, humanos, y ninguno es perfecto.
– Disfruta tanto como puedas; el tiempo vuela. Cuando estés en Duino, disfruta de lo que este te puede ofrece. Cuando estés en casa, disfruta de tu gente. No vivas a medias en cada lugar, pero al 100% en cada uno.
– Acude y confía en tus segundos años; han vivido lo que tú estás viendo, y siempre estarán dispuestos a darte un consejo, y apoyarte. Y serán también tus amigos. Dadles tiempo también; comenzar su segundo año es un gran cambio, y necesitan encontrar su lugar.
Seguramente, me dejo algo en el tintero, pero creo que pueden ser de ayuda.
No dudes en contactarme para lo que sea.
Mucho ánimo y amor desde Almería,
Marina

Volumen III

Como aperitivo: una visita fugaz de mi querida Celia y el inquieto gabachito, y una semana loca en el país heleno con mi corazón mexicano.

26 de Agosto de 2016. Mi tripa se llenó de hormigas que correteaban inquietas, mi cuerpo no aguantaba estar sentado más de diez minutos seguidos, exactamente en la misma estación que un año atrás. Mi mente intentaba asimilar que ya había recorrido el 50% del camino, y que en un par de horas, daría comienzo mi segundo año. El reencuentro con Matías, me distrajo de los pensamientos y preocupaciones que bailaban en mi mente. Desde la ventana del tren, mis ojos saltaban de estación a estación, reconociendo nombres y paisajes, mientras especulábamos sobre las aventuras que nos depararía este nuevo año.

Tomamos el autobus, Duino estaba cerca, y no podíamos ocultar más la emoción. Hablando de algo que ya no recuerdo, pusimos los pies en Piazza, agarramos las maletas con una sonrisa irrefrenable, para poner marcha a nuestra nueva residencia. Corrí a abrazar a Lena, que, junto con Simon y Alex, me ayudaron a subir mis maletas.

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Estas vistas no me harán echar mucho de menos el Castello 😉

Y bum, comenzó la locura.

La monografía que tanto disfruté, los gelatos a cualquier hora de la tarde, una escapada a Trieste con Priyanka, un School Building nuevo, cumpleaños clandestinos, fechas de entrega, atardeceres en Porto, caras nuevas, curiosas y perdidas a las que intenté guiar, más pasta con pomodoro, tutorials dinner en las que Rimma llora de la risa, charlas que agitan al colegio, y nos recuerda por qué estamos aquí, planes de futuro, una cena latina que se hizo de rogar, una escapada a casa fugaz, un OpenMic que sacó a relucir lo que somos, Osmizzas que hacen que me duela la garganta y me alegran el corazón, una bora que parece no dar tregua, sorpresas agradables, y una frustración a la que conseguir vencer.

Y se hizo el silencio.

Un cielo azul turquesa sin una nube a la vista, un infatigable sol que me tuesta la piel paulatinamente, la humedad  inunda mis pulmones; estoy de vuelta.

Nueve meses, cinco días y mil sensaciones después

Cuando abrí este blog, me prometí a mí misma que se convertiría en el diario de la aventura que estaba a punto de embarcar, el punto de unión entre mi nuevo presente y todo aquello que había dejado atrás; pero lo que yo no esperaba entonces era encontrarme con la sorprenderte e impredecible rutina que el pueblito de Duino tenía esperado para mí; una rutina llena de caras sonrientes, momentos que te hacen cantar a pleno pulmón,  y conversaciones a susurros en la biblioteca, que se extendían hasta la madrugada. La rutina de Duino te envuelve, te invade y se adueña de tu sentido del tiempo, para que, cuando te des cuenta, han pasado nueve meses y seis días desde que escribí la última entrada; el loco viaje a Mostar de más de quince horas de autobus, con seis latinos locos; la fiestas improvisadas en el Medical Center; las noches en casa de Pablo; los dolores de pies los domingos por la mañana por la Random Party de la noche anterior; los Cola Caos clandestinos y el gitaneo con Celia; un Latino Show en el que pusimos nuestra alma, y que acabó con una semana de frustraciones; el sol en la piel mientras leo en el Lawn; las visitas diarias a Tuttidi con Priyanka en busca de gelatos; Ljubjana con Adriana, en busca de la comida y el sueño que nos hacía tanta falta; el olor a vino barato y la falta de voz de Osmizza; el atardecer desde mi ventana; la piel de gallina de mis pies cuando tocan el Adriático; mis visitas a Pala y a mis queridos Pala boys; la carreras para coger el bus para ir a Trieste; la conversaciones en sueños de Nelli y Domi; las siestas de los free blocks; el té de los lunes; el silencio en la biblioteca de los viernes por la tarde; los chistes hindús hasta las tres de la madrugada y las siestas en la playa durante Proyect Week; la semana de exámenes y los Pane di Stelle para superarlos; las conversaciones aleatorias en Mensa.

Sillas, polenta y saltos al lago.

El martes, con ganas inmensas de aprender italiano, y una charla sobre sillas en Visual Arts, más filosófica de lo que pueda parecer, comenzaron las clases; reflexiones sobre peces y soledad con el inspirador Pablo, que te hacen amar más aún la literatura, conjeturas sobre los Obas y el significado de su sombrero puntiagudo en Art Center, entremezclado con dudas infinitas sobre la elección de asignaturas, un paseo en un barco de vela que me hizo enamorarme un poquito más de Duino, un cumpleaños muy mexicano a las 6:30 de la mañana, y noches a ritmo de Fito, con Celia a la guitarra. Una semana mágica, y un tanto alocada, que terminó incluso mejor (¿eso puede ser posible?) de lo que empezó.

A las 13:15 todos los primeros años salimos, casi volando, de nuestras clases, invadiendo  las calles de Duino, para llegar a tiempo a Mensa, engullir unos raviolis, y salir de nuevo corriendo hacia nuestra residencias para terminar de hacer la maleta. Dos autobuses nos esperaban en frente de Office Building, los cuales, después de dos horas de canciones, y alguna cabezadita tímida, nos dejaron donde pasaríamos el fin de semana: una explanada de hierba, rodeada de montañas y frondosos árboles, con un precioso lago en el centro; escenario inigualable para conocer, entre risas, mejor a tus coaños, mientras intentas, durante casi dos horas, y con la ayuda de otras diez personas, construir la tienda de campaña en la que dormirás, o intentado cocinar polenta, una ‘curiosa’ comida italiana, que no tuvo mucho éxito, y que será tu cena durante todo el fin de semana.

A pesar del frío y el incómodo saco de dormir, las canciones alrededor del fuego y la promesa de una aventura a la mañana siguiente, nos hizo ponernos en pie bastante temprano. Una ducha fría, una tostada de nutella y unas risas con los latinos dieron comienzo a uno de los mejores, pero a la vez, cansados días desde que llegué a Italia. Ante nosotros, una montaña, desafiante, de más de 1.200 metros, casi 10 horas de senderismo, y un grupo de jóvenes dispuestos a llegar a la cima. Fotos llenas de caras sonrientes, conversaciones sobre países antes desconocidos, descansos cada cinco minutos para coger aliento, y comer un poco de chocolate, personas que te hacen sacar una sonrisa, y pensamientos con olor a casa; una vista increíble desde la cima, y un merecido, frío, pero adictivo, baño en el lago antes de ir a la cama.

En el autobús de vuelta, con los ojos casi cerrados, y escuchando música con Prianca (India), me di cuenta cuanto echaba de menos Duino; no tener tiempo a penas para hacer tus tareas porque siempre hay una conversación interesante cerca, comerte un gelato aunque esté lloviendo, las quedadas espontáneas en Micky para poder conectarte a internet, y escuchar el rugir de las olas del Adriático antes de ir a dormir, sabiendo que, mañana, te espera otro día inolvidable.

UNA SEMANA (O 7 DÍAS DE LOCURA)

Esta noche, hablando con Nelly (Armenia), mi compañera de cuarto, con la primera tormenta como telón de fondo, me he dado cuenta que tan solo ha pasado una semana desde que llegué a Duino; una semana que acabó con todos los nervios acumulados durante meses, y que dio comienzo a una bonita aventura, en lugar tan inspirador, y con gente tan enriquecedora, que me río de mi misma al recordar mis inseguridades y dudas días antes.

Esta primera semana la llamamos Introduction Week, donde los primeros años tenemos miles de reuniones para conocer el funcionamiento del colegio, sobre el CAS (actividades extraescolares de Creatividad, Acción y Servicio), el IB (Bachillerato Internacional) y las miles de opciones y asignaturas entre las que podemos elegir. Pero también ha sido una semana de descubrimientos, retos y sentimientos nuevos, intensos, a flor de piel. Segundos años que se convierten en hermanos mayores y confesores a la vez, que han hecho de estos días algo genial e irrepetible; conversaciones intensas con nombres impronunciables, confesiones con tus roomates a altas horas de la noche, baños helados en Porto después de comer, almuerzos en la hierba, y cenas a orillas del Adriático. Una visita rápida a Triestre que me dejó con sabor a poco y un plan genial para el fin de semana; otra visita a Castello di Duino, donde sé que pasaré mucho tiempo, y tomaré como inspiración. Mis tan queridas latino meetings, a cualquier hora y en cualquier lugar, con o sin guitarra, pero siempre con risas; que han espantado a la mayoría, y han hecho que el resto del colegio quiera aprender español. Shocks culturales, espectativas y realidad. Una cartas a tu futuro tú, cargada de miedos, deseos y sueños para estos dos años.

Intentar expresar en palabras todo lo que siento ahora, sentada en mi cama mientras escucho el rugir de las olas, y mis roomies duermen, me parece algo imposible. Ha sido una semana cargada de momentos, que, a pesar de no ser todos buenos, me hacen recordar lo afortunada que soy.

BENVENUTI!!

Han pasado apenas 48 horas desde que llegué a Duino; 48 horas llenas de caras nuevas, nombre impronunciables, que, poco a poco, y sorprendentemente, comienzo a memorizar, acompañados con una nacionalidad, a veces no tan confusa, (aunque todavía trato de diferenciar entre las muy parecidas Bahamas, Bermudas y Barbados), y con una sonrisa de oreja a oreja.

Duino recibió con los abrazos abiertos, y con una noche estrellada e inusualmente calurosa, a una furgoneta con el logo de UWC Adriatic, procedente del aeropuerto de Venecia, cargada con cinco ilusionados y muy despiertos, a pesar de la indecente hora, primis: Adriana (Guatemala), Midori (Japón), Lisa (Francia), Iker y servidora (España). Antes incluso de pisar suelo italiano, lo abrazos de nuestros secondi Minori (Japón), Celia y Andrés (España) volaron, y, más emocionados de lo que nosotros estábamos, nos condujeron a nuestra habitación. A pesar de subir tres pisos con mis horriblemente grandes y pesadas maletas, el sudor mereció indudablemente la pena al ver como mis segundos años habían decorado el pequeño riconcito donde se encuentra mi cama, armario y escritorio, juntos con el resto de las pocas cosas que traje de casa, y la maravillosa e increíble vista desde nuestro cuarto. Mi residencia es Foresteria, aunque todos la llamamos Fore, y es la más grande de todo el colegio, y la que está más cerca de Mensa y el resto de residencias, la residencia perfecta para una persona no muy deportiva como yo (jejejeje).

Nuestra primera noche vino acompañada con el limpio cielo de Duino, y una improvisada    y efusiva cena española, donde comimos por primera vez verdadera pizza italiana, acompañados por el sonido del ir y venir de las olas. Algunas caras desconocidas se acercaron a saludar, aunque con la emoción acumulada y la oscuridad de la noche, apenas retuve ninguna. Los días siguientes fueron una locura entre presentaciones (más de una vez incluso con la misma persona), charlas sobre seguridad, unas ganas inmensas de lanzarnos al mar, tutorial meetings, orientación sobre el IB, espontáneas latino meetings en el lugar menos insospechado, y gelatos, muchos gelatos.

La maravillosa vista desde mi cuarto

La maravillosa vista desde mi cuarto

¿QUÉ HACE UNA CHICA COMO TÚ, EN UN SITIO COMO ESTE…?

Y es el estribillo de la canción de Burning lo que se me pasa por la cabeza, en este mismo instante, una y otra vez, mientras que estoy sentada en el aeropuerto de Barajas, con el olor a mar Mediterráneo todavía impregnado en la ropa, un vestido de gitana de lunares blancos, que tanto me costó encontrar, metido (aún no sé como) en una maleta minúscula, y un billete con rumbo a Venecia.

Desde que me desperté, no dejo de mirar el móvil, para que me afirme y reafirme que es 30 de Agosto, porque, mi cabeza, a pesar de los abrazos de despedida y el mar de lágrimas, no quiere aceptar lo que, hace cinco meses, una llamada de teléfono hizo realidad, una idea con la que soñaba despierta y dormida. Han pasado casi dos años desde que la aventura empezó; muchas visitas a Madrid, algunas de ellas con sabor amargo, otras llenas de caras sonrientes y almas curiosas, antes desconocidas, y ahora compañeros de viaje; mañanas, tardes y noches de Diciembre intentando plasmar y condensar, en unos pocos caracteres, todo lo que soy y todo lo que puedo ofrecer; recuerdos que se acumulan en mi memoria y que, sin casi apenas ser consciente, me han ido cambiando poco a poco, afianzando mi determinación para emprender esta aventura.

¿Miedo? ¿Nervios? ¿Preparada? Ahora solo soy un coctel de emociones.

¿…qué clase de aventuras, has venido a buscar?